Foto de la portada del libro escrito por mi abuelo materno.
En muchas ocasiones nos quejamos de
nuestras condiciones de vida pero, ¿alguna vez nos hemos percatado de las condiciones en las que antiguamente vivían?
Si tenemos que hablar de maneras de
ganarse la vida, esta fue sin duda la actividad que aportó al pueblo goianés
grandes recursos para subsistir. En aquellos tiempos el contrabando era una
actividad corriente y aceptada entre los lugareños, siendo la “industria o
fábrica” que más trabajadores necesitaba y que generaba más ingresos extras
para muchas casas.
El contrabando era totalmente ilegal
ya que se intercambiaban materias primas entre dos países, en este caso, España
y Portugal. A la hora de decirlo, resulta fácil pero el contrabando no era dar
un producto en mano y recibir una cantidad de dinero por el valor del producto;
era realmente complejo ya que se llevaba a cabo en la frontera de Galicia y
Portugal, que, al estar separados por un río complicaba aún más el intercambio.
Esto se llevaba a cabo en horario
nocturno ya que el tránsito de mercancía era menos visible.
Para llevar a cabo esta actividad era
imprescindible tener bajo control a los mandos de la Guardia Civil, a los
chivatos y a los espías que trabajaban en contra de la población para tener a
la Guardia Civil de su parte.
En ocasiones los contrabandistas
“compraban” a algunos de ellos para que hicieran la vista gorda.
La logística empleada entre los
cargadores, los contrabandistas y los barqueros era óptima ya que unos
dependían de otros. Esta actividad era muy arriesgada.
En muchas ocasiones la Guardia Civil
pillaba a los contrabandistas y les arrestaba la mercancía por ello los mismos
contrabandistas hacían chivatadas falsas por teléfono para que fuese la Guardia
a un punto en concreto y así ellos poder trapichear tranquilamente por otro lado.
Las mercancías que se intercambiaban
eran café crudo, uva pasa, almendra, tabaco, vehículos despiezados, bicicletas,
cobre, wolframio, chapa y estaño, entre otras.
Una de las anécdotas que mi abuelo
siempre cuenta es la de que las mujeres se ponían vestimentas muy anchas y largas para llevar escondido el cobre
que tenían que trasladar a Vigo, la ciudad más cercana, para que allí le
pagaran dicha mercancía. Para su
traslado, las mujeres iban en autobús y como llevaban muchos kg de cobre, el
chófer sufría en las cuestas porque el autobús no soportaba tanto peso.
Mi abuelo tuvo una vida muy dura. Él
estuvo desde muy pequeñito trabajando para la familia, como todos sus hermanos.
Lo que destacaría en estas memorias
está reflejado en un párrafo de las mismas “mis padres acertaron muy bien en
ir por el mundo con humildad, siempre muy agradecidos, dando gracias siempre
por todo y eso les ayudó mucho a salir adelante”.
Su humildad y buen hacer mereció el
respeto de quién los conocía y recibieron ayuda
para salir adelante a pesar de las grandes dificultades con las que se
encontraron.
Reconozco que este trabajo me ha aportado mucho, sobre todo
una cercanía aún mayor de la que tenía con mi abuelo materno. Tengo que decir
que en verano, mientras leíamos estas
páginas se le caían las lágrimas pensando en ese tiempo pasado y extremadamente duro.
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