Una vez en Francia, se quedó en un campo de concentración,
durmiendo en barracones acompañado de otras muchas familias españolas que huían
de lo mismo. Los hombres dormían fuera de los barracones y las mujeres y los niños
dentro, resguardándose así de las
terribles nevadas en la costa sur de Francia. Para calentarlos tuvieron que cortar las
viñas que rodeaban el campo y construir vallas, para evitar que se escapasen.
En 1939 al terminar la guerra tuvo que decidir entre quedarse
en Francia o regresar a España con su familia,
a sabiendas del riesgo a muerte que corría.
Él decidió regresar a España, recorriendo el duro y largo camino
en tren que le esperaba. Cada equis distancia,
los militares, bajaban a todos los
pasajeros y hacían dos filas, repartiendo a las personas al azar. A una de las filas la ejecutaban delante de la
otra y la otra seguía adelante. Él tuvo la suerte de sobrevivir y caer todas
las veces que lo repitieron en la fila “buena”, llegando así a su destino.
Al llegar lo recogieron en burra hasta el pueblo, donde se
reunió con su familia.